Antonio López y su manifestación artística de la realidad bajo la mirada de Víctor Erice...
La cinematografía española conoce de directores y guionistas elevados a la condición de realizadores-creadores casi irrepetibles por su visión del "estado de cosas en su momento", llevando al cine a cotas magnificentes y elevándolo a categoría artística .
Citaré a los directores y sus obras que constituyen mis preferidas de antaño: Juan Antonio Bardem - "Calle mayor" (1956) -, Luis Gª Berlanga - "Bienvenido Mr. Marshall"(1952), "Plácido"(1961) y "El verdugo" (1963) - , Luis Buñuel - "Viridiana" (1961) - , José Luis Saenz de Heredia - "Historias de la radio" (1955) -, José María Forqué - "Atraco a las tres" (1962) - , el italiano Marco Ferreri - "El pisito"(1959) y "El cochecito" (1960) -.
A mitad de la década de los años 70 se alumbra un cine de referencias a toda la etapa anterior de postguerra y franquismo y en la que se circunscribe la primera película del director Víctor Erice, "El espíritu de la colmena" (1973) , a la que seguiría en la década siguiente " El sur" (1983) hasta llegar a "El sol del membrillo"(1992), casi veinte años para hacer tres singulares y majestuosas obras de arte, dotadas las tres de una exquisitez poco común y suscitando mi interés muy particular la última de ellas.
La película es una especie de documental sobre el período de tiempo que abarca desde que el pintor Antonio López inicia la preparación y retrato de un membrillo en su casa de Madrid hasta que da por conclusión al retrato. Nacido en Tomelloso (Ciudad Real), pintor y a la vez escultor, López está inmerso dentro del estilo pictórico realista, reconocido y prestigioso artista nacional e internacional, y desde tal realismo dio cabida en su casa al equipo de trabajo del señor Erice para plasmar en celuloide la faena de retratar el membrillo del jardín de su casa por el manchego.
Nos encontramos con dos perfeccionistas unidos de la mano, uno pintando un árbol y el otro filmando con una cámara al pintor, dos retratos divergentes y a la vez convergentes de una misma realidad, aunque realidades diferentes y así plasmadas. Antonio López reconoce comenzar una pintura y sólo terminarla cuando "exprime" su pincel al máximo, cuando ya no puede o sabe hacer más, cuando su nivel de exigencia llega al límite - " Una obra nunca se acaba, sino que se llega al límite de las propias posibilidades" declara el pintor - .
Víctor Erice tenía para el proyecto el antecedente de hacer un documental sobre el cuadro de Las meninas de Velázquez, pero otro director sacó un documental parecido más adelante y su idea no fraguó, aunque bajo el encargo de TVE sobre unos cortometrajes acerca del mundo de la pintura, Erice iba a encargarse de un cuadro de López, La terraza de Lucio, y aunque todo el proyecto se vino abajo, ambos artistas mantuvieron relaciones por las que el pintor expone al cineasta el deseo de pintar un membrillo de su jardín y los sueños que tiene acerca de los membrilleros. De sus conversaciones nacería el plan de rodaje de la película en una semana, sin guión escrito y que surgió sobre la marcha.
Dos personas de tal calado , artístico y profesional, eran socios idóneos para llevar a cabo una aventura que se desarrollaría según las circunstancias del momento, en base a la espontaneidad de la ocasión, del pintor, del director o los actores circundantes. Los preparativos para comenzar el cuadro siguen una especie de liturgia - cortar la tela, enmarcarla, mezcla de colores, posición y distancia para el encuadre, luminosidad del ambiente - que es todo un ritual ( casi maniático?) para López. La casa está en obras por reforma, así todo el entorno es un universo creativo a distintos niveles: los albañiles andan de acá para allá , quedando retratados dentro de una "gran obra" que evoluciona poco a poco; el pintor a su vez trata de corregir y reformar distancias y medidas para la ejecución de su retrato, encuadre y proporciones de la pintura son corregidas, la creación pictórica sigue su cauce; y la cámara de Erice recoge en hermosos y fijos planos secuencia la evolución de la vida en ese microcosmos particular.
La casa evoluciona, la pintura también, la película sigue su curso, todo crece lenta y pausadamente como los frutos del membrillo, y así el pintor ha de hacer marcas y más marcas en las hojas del árbol, más toques y retoques, la vida se abre paso, la naturaleza es así, sigue su curso, y el artista no puede seguir su mismo ritmo a base de pincel, la creatividad humana tropieza con la creatividad natural, seguir el compás del desarrollo del árbol a lo largo del tiempo es arduo y dificultoso porque se desarrolla y crece , el marco del cuadro es limitado, encuentra sus límites, no puede recoger tal evolución.
El artista no llega a plasmar, no puede, todo el acontecer de lo cotidiano, mientras él pinta la naturaleza da un paso más, por lo que se ve obligado a retocar en una danza sin compás y al final llega al abandono, la conclusión del trabajo por inabordable -a no ser que fuese un cuadro viviente- porque el cuadro no puede seguir el ritmo del "día a día " en la vida del membrillo, en proceso de constante evolución.
Hay poesía en las imágenes, el silencio lo inunda todo, el artista en silencio, a veces roto para cantar - bien cantado y sin desentonar- silencio en el patio, días de lluvia y silencios, vientos, días de abandono por las inclemencias climatológicas, ya no se puede pintar porque la luz del día es diferente...en suma, la vida en imágenes, todo lo inabarcable del vivir manifestado en escenas de una película, en una casa reformada y en un cuadro. El silencio pocas veces se rompe, sólo en momentos necesarios, y bordados de simbología, como en la visita que hace Enrique Gran a López y surge una canción, rememorando la época de estudios de ambos en la Facultad de Bellas Artes de Madrid - símbolo de amistad- , o los diálogos con Mari, esposa del manchego - símbolo de fidelidad en pareja- , y asimismo con los albañiles - símbolo del laborar - .
La cámara de Erice se basa en largos planos secuencia de encuadres fijos, como si de una pintura se tratase, retratando la evolución de lo manifestado segundo a segundo, el vivir mismo; hay origen y nacimiento, desarrollo y movimiento, descansos, renaceres y abandonos, la Vida misma con mayúsculas y un cine que la ejemplifica con mayúsculas igualmente.
La película es un homenaje a la Vida y a su eterno discurrir, no sé si pretendido así por los autores, pero así encontrado, asumido y visto por mi, sentimiento de vivir sustanciado y contenido en frutos y pincel, al trabajo como fruto y recompensa por ser virtud y gozo al mismo tiempo y no siempre así asumido por el género humano; hay referencia explícita y homenaje al "Ciudadano Kane" de Orson Welles y , en definitiva, referencias de dos autores comprometidos con su propia y exclusiva integridad personal y profesional, dejando un legado imperecedero para toda aquélla persona que, desde una sola lágrima vertida desde la emoción sentida y asumida, y vertida como espectador y actor de la vida, advierta como un hecho único y obvio que la Vida es Evolución y es Eternidad.
Gracias membrillo por tu perfume, eterno e imperecedero...